Elaborar un duelo es procesar la pérdida de algo que nos ha resultado significativo, por ejemplo, la muerte de un ser querido, la pérdida de empleo, de la salud, o separación de pareja. Este proceso conlleva cinco etapas que se viven en distinto orden; cada uno vivirá su duelo de forma única y a su propio ritmo.
Negación: nuestra mente no está preparada para recibir malas noticias, y la negación nos sirve para no desestabilizarnos en lo emocional; ejemplo: No puede ser que haya muerto, apenas ayer platiqué con él.
Ira: en esta fase el doliente encontrará motivos de queja, enojo y envidia hacia otros. Ejemplo: ¿Por qué me tuve que contagiar de covid, y no los demás que no se cuidaron?
Negociación: es el ofrecimiento de actitudes y sacrificios a cambio de la restitución; doy algo, pero a cambio quiero obtener algo también; se vive de forma rápida y puede ser apoyado con alguna deidad. Ejemplo: Si me curo, prometo que seré una mejor persona.
Depresión: cuando el doliente no puede seguir negando su pérdida, ni sostener su rabia, existe un profundo sentimiento de pérdida; se manifiesta mediante sentimientos de tristeza, decepción, desamparo y soledad.
Aceptación: en esta etapa, la persona está casi desprovista de sentimientos, es como si el dolor hubiera desaparecido. Podrá pensar en la pérdida sin tanto dolor, invertir sus energías y sus afectos en nuevas relaciones, recuperar el interés por la vida y sentirse de nuevo esperanzado.
Aceptar el proceso es la forma ideal de recuperarse; su función es restituir o sanar, así como también manifestar el dolor y todos los sentimientos generados por la pérdida, porque de no hacerlo, se puede volver un duelo patológico.
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