Hace unos días hablaba con una consultante que refería sentirse triste por la muerte de su esposo, unas semanas atrás. Las personas que la rodeaban le pedían que cesara de llorar porque “no lo dejaría ir”, que ya no hablara de él en presente y, sobre todo, a que ya no platicara ante su fotografía colocada en un lugar especial de la casa.
Ella no solo estaba triste por el fallecimiento de quien le acompañó por 20 años, sino porque, además, no podía vivir el duelo como le pedían que lo hiciera.
Hace algunas décadas, era común que se observara de manera patológica el que se hablara en presente de una persona muerta, pero hoy existen posturas mucho más respetuosas, flexibles, como lo es la de las prácticas narrativas, donde se identifica y se le da la valía al protagonista de la historia para tener un proceso individual sobre la muerte de un ser amado.
Cada individuo es irrepetible, único, por lo que su manera de percibir la muerte también lo será. En la perspectiva narrativa el proceso de duelo por muerte de un ser querido no tiene un traje rígido que se le pone al usuario a fuerza, sino que acomoda el acompañamiento al contexto de este.
No quita la mirada de que el experto en su propia vida solo puede ser la persona que está en el centro del relato, y ese es el consultante.
Como psicoterapeutas trataremos de ser una guía, pero siempre con respeto a la percepción de la persona que nos visita en el consultorio, o que nos hace una llamada al CNDEE: 800 911 32 32.