Personas, parejas, lugares, amigos y familiares, son algunas de las imágenes que más trabajo nos cuesta soltar. La razón es porque todos nacemos y perdemos el confort y la calidez del vientre materno, para comenzar a enfrentarnos a las adversidades del hambre, clima, enfermedades... así, hasta morir.
Es inevitable, pero en contraste, cosechamos agilidad y destreza cognitiva: al pasar la niñez, ganamos fuerza y capacidad reproductiva; al perder la adolescencia, maduramos; al dejar la juventud, aumenta nuestra sabiduría.
El saber que todo es transitorio y nada es permanente, no debe deprimirnos, sino aprender a disfrutar y agradecer lo vivido.
Eres tus experiencias, la gente que has amado y que se ha ido, eres incluso las personas que te lastimaron, pero te hicieron más fuerte. Gracias a eso eres más sabio y aprendiste a no cometer los mismos errores.
Se pierde la presencia física de las personas que estuvieron con nosotros, pero no su paso por nuestras vidas. Eres tu padre o tu madre porque llevas dentro de ti sus valores, su crianza, su educación, hasta ciertos rasgos de personalidad y hábitos.
Y si no tuviste una buena relación con ellos, gracias a esa experiencia, eres independiente y has aprendido a ser fuerte sin necesitar de alguien. Eres la pareja que terminó contigo porque sabes lo que es amar y cuentas con la capacidad para hacerlo de nuevo, porque aprendiste a no permitir ningún tipo de mal trato.
Eres los amigos, los maestros, los lugares, los trabajos, la familia, todos lo que te construyeron. Y si no te gusta tu pasado, suelta, porque también eres presente y este será tu pasado del mañana. Soltar es aprender a decir “gracias” y seguir adelante.
Si te ha costado trabajo aprender a soltar, comunícate con nosotros, o si tienes algún otro problema emocional, con gusto te atenderemos en el 800 911 32 32. Psicólogos especializados te darán el apoyo necesario.